domingo, 30 de marzo de 2008

EL DOCENTE COMO MEDIADOR EDUCATIVO Y LA PERSONA Y SU DESARROLLO HOLISTICO

Desarrollo holístico de la persona

La persona humana, fundamento de la acción educativa

Se sabe que no es posible referirse a la educación del hombre si previamente no se tiene un esbozo de la imagen del hombre que se va a formar. Toda educación se instala en una concepción del hombre, porque aquella acontece en la naturaleza de éste, se vincula a su actividad y tiene que ver esencialmente con su vida, con su fin, con su felicidad, con su conducta. La opinión que tengamos de educación, será, la que tengamos acerca del hombre, de su naturaleza, de su destino, de su fin.

Especial significación tiene en la educación el ser personal del hombre, la dimensión del individuo como persona. Concepto complejo que ha ocasionado, tal vez por la falta de un análisis riguroso del mismo, una profunda desconfianza en el campo de la filosofía y de las ciencias humanas, en las que frecuentemente es usado.

Conceptos como el del valor absoluto de la persona; el de persona como principio consistente de actividad; el de dimensión de trascendencia o apertura personal, frente al hermetismo propio del ser individual; el de dignidad, singularidad, autonomía o libertad…, no son solo descriptivos, sino fundamentalmente evaluativos y constituyen el horizonte de referencia de criterios y normas de educación.

“Este concepto se puede seguir desde una triple actitud según García, V. (1989). Pp 15 las cuales son: orientadora, metodológica y axiológica”.

Ø Desde una actitud orientadora, por cuanto la estructura óntica de la persona constituye una idea directriz y reguladora de la educación. Indica en qué sentido es preciso buscar la realización del hombre; qué es lo que puede contribuir o no a su desarrollo, y cómo hacerlo.
Ø Desde una actitud metodológica por cuanto la persona es, en definitiva, la fuente del que brota el hecho educativo; ella está en el origen y en el fin de la actividad educadora. En el origen, por cuanto la persona está en el centro de la orientación del universo objetivo; en el final, porque la persona, en tanto que más plena y responsablemente poseída en el hombre, es lo que, en definitiva, busca la educación; es la exigencia de perfección y universalidad que ansía el hombre singular y concreto.
Ø Desde una actitud axiológica la persona, origen y fin, va cumpliendo en el proceso de educación, y a través de un horizonte amplio de valores, diferentes etapas de su realización y desarrollo.

Connotaciones pedagógicas de la primacía óntica del ser personal del hombre

Según García, V. (1989). Pp 16 “la primacía óntica, ética y social de la persona son las que nos van a permitir destacar la dimensiones esenciales de la educación”.

La educación como un proceso de personalización

“La noción de persona implica las notas de unidad, totalidad y subsistencia. Decir que un hombre es persona, es decir que en la profundidad de su ser es un “ser en si”, “un ser por si”” según García, V (1989). Pp 16, como un modo propio de tener naturaleza. La persona, por consiguiente, es un absoluto respecto de cualquier otra realidad material o social y de cualquier otra persona humana.

La persona es un valor por sí misma, para la actividad educativa. Esa primacía óntica de la persona se despliega en un ámbito de posibilidades éticas, sociopolíticas y pedagógicas.

ØÉticamente, la dignidad de la persona se cifra en que es la única entidad del universo que tiene capacidad para realizar valores.
ØEn la esfera sociopolítica, la persona no es un medio para la sociedad, sino que ésta tiene su finalidad en la persona; ésta es su fin a la que aquella se ordena, y no puede tener el carácter de medio.
ØEn el ámbito de la educación, toda actividad educativa auténtica ha de centrarse en el desenvolvimiento armónico de la personalidad. El fin de la actividad educativa no radica en el perfeccionamiento de la inteligencia, de la voluntad o en la educación de una capacitación técnica, sino en impulsar el proceso de personalización, mediante el cual el hombre pone en acto sus potencialidades personales.

Por esta razón, menciona García, V (1989) Pp 17 “carece de sentido cualquier actuación “educadora” desde una escuela de masas o desde la noción del escolar “medio” ya que en uno u otro caso la persona se reduce a pura unidad numérica y abstracta, con olvido del proceso de emergencia de la propia personalidad”.

El desarrollo de las potencialidades sociales de la persona

La noción de existencia personal delimita la persona como una síntesis dialéctica de naturaleza y trascendencia, objetividad y subjetividad, mediación y libertad. Naturaleza y trascendencia son principios dialécticos y no términos de la persona.

La educación, como proceso de personalización, permite al hombre realizarse, de un modo singularizado, en el doble sentido individual y social. Por el lado individual, supone un conjunto de mecanismos psicológicos que desarrollan la conciencia de “sí mismos”, el yo que representa toda la rica variedad de dimensiones individuales hasta alcanzar la plenitud adulta y la autorrealización como sujeto individual; pero como proceso de socialización, significa el desenvolvimiento de los aspectos sociales, los de relación con los demás, en toda su complejidad y extensión, la convivencia en la propia comunidad y la asimilación de las pautas de conducta y valores compartidos por los miembros del grupo, que constituyen la faceta psicosocial de la persona, sin la cual el propio proceso de personalización seria irrealizable.

Principios educativos de la persona

Según García, V. (1993). Pp 18 “la metafísica de la persona, además de explicar la naturaleza de la educación, acreditar su génesis y constituir una base teórica de su realización, también proporciona los cimientos de los principios educativos más generales, que pueden ser asumidos por distintas metodologías pedagógicas, ya que giran todas alrededor de la persona”.

Tales principios se encuentran formulados con gran precisión y claridad conceptual y terminológica en la filosofía de la educación de Santo Tomás.

En primer lugar, el docente no infunde el saber al discente, ni se lo impone porque no puede actuar sobre él con una acción directa causativa de la sabiduría. El agente principal e intrínseco de la docencia es el sujeto que aprende.

El agente principal e intrínseco de la docencia es el que se educa. El docente es solamente un agente secundario y extrínseco del proceso docente, cuya función es exclusivamente la de ayudar.

La enseñanza consiste en una cooperación, que tiene como supuesto la operación del alumno. Aprender no es por tanto un puro recibir, sino una verdadera actividad que el alumno ejerce con el auxilio o concurso del maestro.

En segundo lugar, la ayuda que proporciona la función docente consiste en “enseñar” esto es, presentar en signos. Lo cual supone la actividad por parte del discente de “aprender”, o realizar una operación intelectual por la cual, desde estos signos, llega a los significados o conceptos de las cosas que significan.

El docente no hace inteligente al que aprende, sólo le ayuda desde fuera para que éste ejerza su potencia intelectiva.

En tercer lugar, el docente aprende a partir de lo que ya conoce, los primeros principios y las primeras nociones, conocidos ambos por el entendimiento a partir, a su vez, del conocimiento sensible. La ayuda del docente consistirá por tanto en ayudarle a que pueda obtener las conclusiones científicas de estos principios. Los principios no se enseñan y no hay ciencia en ellos. La ciencia esta en las conclusiones, en las verdades demostradas a partir de los primeros principios, los cuales son evidentes y de los que se tiene inteligencia, no ciencia.

El cuarto y último principio es que el docente debe procurar no dificultar la elaboración personal de la ciencia por parte del alumno.

Un “buen método” para enseñar consiste en seguir el orden que requiere la ciencia enseñada, que se convierte así en disciplina. Con ello se eliminan tanto los asuntos inútiles como las repeticiones. Si se presenta lo enseñado en un orden lógico, constituyendo un sistema de conocimientos, quedan removidos estos obstáculos y el alumno puede llegar a las conclusiones o a la ciencia por si mismo, que es lo que el docente busca desarrollar en ellos, que por ellos mismos resuelvan las premisas indicadas en una sesión de aprendizaje, por ejemplo.

Según García Hoz, IDEN, “este orden que facilita la docencia que se presenta al alumno en dos formas complementarias: “puede, el maestro contribuir de dos modos a que el alumno pase de las cosas por él previamente conocidas al conocimiento de las desconocidas. El primero de estos modos es suministrarle algunos medios o auxilios, de los cuales use su entendimiento para adquirir la ciencia, tales como ciertas proposiciones menos universales, que el alumno puede fácilmente juzgar mediante sus previos conocimientos, o dándole ejemplos sensibles o cosas semejantes, o cosas opuestas, etc. El segundo de esos modos consiste en fortalecer el entendimiento del que aprende en cuanto de que se hace ver al alumno la conexión de los principios con las conclusiones”.

El alumno por tanto solo aprende si ayudado por otro, el maestro, inventa o descubre por sí mismo la ciencia que éste último posee y la presenta en signos.

De estos cuatro principios básicos de la doctrina filosófica de la educación de Santo Tomás se desprende que la enseñanza debe estar centrada en el alumno, tiene que estar en función de la persona concreta a la que está destinada. El docente es una persona que actúa de agente secundario, como un instrumento que facilita y ordena el aprendizaje del alumno y ambos siguen la pauta objetiva de la ciencia.


El ser personal

Según Melendo, T. (2001). Pp 25 “en la persona está indicado, en primer lugar, que ella es un ente concreto y singular, es decir, que es un individuo, expresado metafísicamente con el término substancia individual. La persona, además, es una totalidad completa, por lo cual no puede ser ni un accidente, ni un universal, ni una parte substancial, ni una substancia incompleta, ni tampoco una substancia singular común”.

“La persona es una substancia individual incomunicable que posee no solo determinaciones esenciales, sino también características accidentales que no pertenecen intrínsecamente a su naturaleza singular. Por esto cada persona es única e irremplazable”.

La persona no es solo la esencia o naturaleza individual, íntegra y completa, porque, además, también “subsiste” lo que es propio de la entidad substancial. Por tener ésta característica de ser un ente subsistente, la persona es asimismo autónoma e independiente metafísicamente.

Por último según señala García Hoz, V. Pp 84 “el término ente no solo designa al ser, que es lo poseído, sino también al que lo posee o lo tiene, a su sujeto que es la esencia”.


Formación del docente

Los profesores, quienes serán los responsables del aprendizaje de sus alumnos, con todo lo que ello implica, son a su vez aprendices de otros profesores, de los que van a recibir las nociones que les van a permitir crear sus propias concepciones respecto de su labor docente y su rol social.

Entonces es primordial que se reflexione acerca de sus procesos de formación. Para el caso de la formación de los profesores se tiene que tener en cuenta cuál es rol que la educación como fenómeno tenga en la sociedad, la que a su vez va a definir lo anterior según a sus particulares aspiraciones y forma de proyectarse en el tiempo. Pues bien, no es lo mismo esperar de la educación la repetición de un modelo social que preparar un cambio de paradigma, y en este mismo sentido, no es lo mismo un profesor que trabaja por la perpetuación de un sistema, que aquel que lo hace por una transformación.

Según
http://www.educaweb.com/ por Juan Miguel Molina visitada el día 04-12-2007 menciona “en primer lugar el profesor deber ser una persona abierta, serena y tolerante, que asuma ante sus alumnos el papel de mediador y consejero, que domine las nuevas tecnologías, que sea un buen pedagogo, que tenga capacidad para el trabajo en equipo, que sea capaz de orientar personalmente y profesionalmente a los alumnos, que tenga un alto grado de adaptabilidad a las situaciones conflictivas y cambiantes del aula y del contexto social”. La formación docente no puede ser una simple revisión de fórmulas didácticas o un adiestramiento en disciplinas específicas, tiene que ser el espacio que acoja la inquietud del profesor por trascender, el lugar en donde, mediante la reflexión, pueda aclarar su posición respecto de la problemática educativa, su rol en la dinámica social, su forma de entender el mundo. Debe ser el espacio en donde el profesor -en formación o en servicio- pueda hacer conciencia de sí mismo, de su labor y del mundo y pueda confirmar su compromiso con sus alumnos y su proceso de aprendizaje, un compromiso responsable con lo que sus existencias puedan llegar a ser.

Según
http://www.educaweb.com/ por Juan Miguel Molina visitada el día 04-12-2007 menciona “la formación no comienza en la universidad con la habilitación profesional del profesor , es un continuo que comienza, cuando el docente o futuro docente es estudiante en la escuela primaria o antes inclusive, pues no hablamos de destrezas o habilidades simplemente, sino que estamos considerando una actitud ante el mundo, una forma de entender las relaciones sociales que implica una conciencia y un compromiso, y eso viene desde muy atrás. Así, la responsabilidad de la formación de los docentes es una doble responsabilidad, pues afecta a los estudiantes en cuanto estudiante y en cuanto a futuros docentes que a su vez multiplicarán su particular forma de entender la práctica con otros cientos de estudiantes más. Debemos saber, además, que la continua formación docente no termina con la titulación del profesor, sino que se extiende por toda la práctica educativa, incorporando tanto los saberes sistematizados en la llamada formación en servicio -o continua- y los saberes extraídos de la práctica en sí, los que se incorporan como experiencia, sumándose a los saberes propios de la persona que ejerce el oficio docente y que abarcan un espíritu más amplio que la pura educación”.

En todos sus niveles la formación del profesor debe incorporar la reflexión y la crítica, para recuperar la conciencia y el compromiso social. El profesor debe ser capaz de incorporarse a la sociedad, a la interacción con otras personas y a la institucionalidad que las organiza, para estar en condiciones de convertir a la escuela en primer espacio público del niño, creándole posibilidades de percibir, vivir y actuar, interactuando con las múltiples relaciones que mueven a toda la sociedad. En la medida en que el profesor ha aprendido a participar y comprometerse va a tener la capacidad de enseñar a sus alumnos a integrarse a la sociedad y al mundo, de manera que cada quien pueda resguardar su propia individualidad y no hacerse una víctima de la enajenación. Pero hay que tener muy en cuenta que esto, que significa una forma de ver al mundo, se aprende de la cultura, de otras personas.

La identidad de la actividad docente

Cualquier propuesta de formación docente se apoya en un conjunto de reflexiones y supuestos acerca de las tareas que maestros y profesores realizan. Diseñar una preparación especifica para la tarea docente supone analizar todas las dimensiones involucradas en el ejercicio del rol, y a partir de ello definir las cuestiones a ser cubiertas en la formación a fin de posibilitar su desarrollo. Por esta razón, es crucial detenernos en el análisis de la práctica para la que se pretende preparar, aproximamos a la “identidad de la actividad”.

La primera consideración gira en torno a la naturaleza de la función docente. Cabe comenzar estableciendo que se trata de un trabajo; en cuanto tal, sujeto a unas determinadas condiciones materiales que definen y enmarcan las interacciones y caracterizado por un conjunto determinado de saberes, específicos del tipo particular de la actividad laboral de que se trata. La docencia es un trabajo que tiene lugar en instituciones especializadas. Según Diker G. (1997). Pp 94 “la escuela es también el centro de trabajo de los profesores, como el hospital es para el cirujano, etc.” Este centro esta estructurado por medio de recursos y relaciones que pueden hacer que el trabajo sea más fácil o más difícil, remunerador o desalentador.

Entonces, ¿Cuál es la función de este trabajo? En este punto se enfrentan diferentes concepciones acerca de las funciones que desempeñan los docentes en la institución escolar: animador, facilitador, mediador, formador, asistente educacional y social… No siempre las propuestas formativas coinciden con éstas caracterizaciones: abundan los planes de estudio precedidos por consideraciones genéricas acerca de la complejidad de la tarea, la necesidad de formar docentes críticos, capacitados para modos específicos de intervención en el ámbito institucional y en el comunitario, en los que, sin embargo, es imposible encontrar un solo dispositivo concreto, o un conjunto especifico de saberes, de los que sea posible pensar que habrán de conducir tan elevadas aspiraciones.

Por otro lado según menciona la autora antes mencionada, el acuerdo en torno a la multiplicación de funciones que afecta a la definición misma de la tarea docente, difiere de ser general. Por el contrario numerosos especialistas ponen hoy el énfasis en la necesidad de recuperar para el trabajo docente la centralidad de la función de enseñanza. Pero aún en este sentido, como se defina la función de enseñanza dará lugar a propuestas formativa de diversa índole. La formación de los docentes se ha centrado generalmente en modelos negativos de la enseñanza que han dado preferencia a una sola de las tareas pedagógicas: la fase interactiva el “dar la clase”. En este esquema se desatienden no solo las otras fases de la enseñanza (la fase de la planificación, la fase de la evaluación/corrección) sino también las otras tareas pedagógicas no ligadas estrictamente a dar clase, como las entrevistas con los padres, los actos escolares o la participación en la programación institucional. Además, a juzgar por la estructura deductiva de los planes de estudio, se intenta capturar la singularidad en un esquema que permita, a partir de los grandes saberes generales, inferir la acción.

El intento de dar cuenta de la complejidad de la tarea docente ha conducido a análisis de lo más diverso, en los que, a pesar de las concepciones y los supuestos sobre la docencia y la formación presentan divergencias entre los autores, se coincide en enumerar una serie de rasgos característicos del trabajo docente.

Características de la actividad docente

Según Diker, G. (1997). Pp 96 “las características de la actividad docente son las siguientes”:

a) La multiplicidad de tareas que supone el rol docente.

Cualquier listado mínimo de las tareas que efectivamente realiza un docente rebasa rápidamente la definición normativa de la docencia como enseñanza. Diversos autores coinciden en señalar que los docentes hacen muchas otras cosas además de enseñar. Una imagen de los maestros de enseñanza elemental puede ayudar a visualizar este rasgo: “los maestros manejan una gran cantidad de documentación; se encargan de la construcción, el mantenimiento y el aseo de la escuela, se relacionan con los padres y les dan consejos e información, participan en comisiones de cooperación, economía, acción social, deportes y otras, preparan bailes, declamaciones para concursos entre escuelas”. Además cumple con tareas que les asignan sin pago, como promover campañas, organizar comités, presentarse en actos cívicos y políticos oficiales, pasar lista, justificaciones de inasistencias, escuchar a los chicos que se le acercan para contarle cosas personales, leer comunicados de la dirección de la escuela, corregir cuadernos, confeccionar boletines, preparar actos escolares, hacer carteleras, elaborar el registro de asistencia, etc.

b) La variedad de contextos en que estas tareas pueden desempeñarse.

A pesar de que “el sentido común, las tradiciones pedagógicas, el discurso oficial y los mismos docentes han construido históricamente una imagen de maestro notablemente desarraigada de la situación concreta en la que se constituye como tal”, los análisis recientes ponen el acento sobre el hecho de que la tarea docente se desarrolla en escenarios singulares, atravesados por el contexto (puede ser institución privada o pública, ubicación rural, urbana, urbano-marginal, de frontera, etc.) según su organización (puede ser por extensión y distribución de la jornada de trabajo, alumnos agrupados por grados, multigrados, etc.) y también por sus historias.

c) La complejidad del acto pedagógico.

Los análisis tienden a mostrar la multiplicidad de dimensiones que atraviesan la acción educativa, según Gimeno Sacristán, 1991 citado por Diker. G. (1997). Pp 97 “si durante largo tiempo la educación fue demasiado ingenuamente reducida al encuentro de un adulto con un grupo de alumnos independientemente de otros factores, ahora se sabe que las cosas no son tan simples”. De la díada docente/alumno, se paso a la tríada docente/alumno/saber; pero se ha demostrado un análisis que son tantas tríadas que es preferible pensar en la educación como una función de “n” variables, entre las que cabe considerar la sociedad y sus características, el sistema escolar en su conjunto, los programas de enseñanza, los métodos y técnicas en uso, la estructuración del espacio, el sistema de reclutamiento y formación de docentes, la institución escolar, la comunidad, el equipo docente. Por otra parte se ha insistido en la simultaneidad con que inciden estas diferentes dimensiones “pero la práctica es algo fluido, fugaz, difícil de aprender en coordenadas simples y además compleja en tanto en ella se expresan múltiples determinantes, ideas, valores, usos pedagógicos. La pretensión de querer comprender los procesos de enseñanza con cierto rigor implica bucear en los elementos diversos que se entrecruzan e interaccionan en esa práctica tan compleja”. Independientemente del modelo que se utilice, la insistencia está puesta en marcar la complejidad del acto pedagógico.

d) Su inmediatez.

Gimeno Sacristán 1991, citado por Diker Gabriela 1997, menciona que “ha destacado que la simultaneidad con que tiene lugar las situaciones en el aula crea condiciones de inmediatez para el accionar docente”. La inmediatez de los acontecimientos en el aula es algo que nunca podrá olvidar cualquiera que haya estado a cargo de una clase llena de estudiantes, existe una exigencia del aquí y el ahora. Esta inmediatez tiene importancia directa para repensar la naturaleza de los saberes docentes. A veces se define la enseñanza como un asunto muy racional. Estas descripciones destacan a menudo la función de toma de decisiones por parte del profesor o se compara su tarea con la solución de problemas.

e) La indeterminación de las situaciones que se suscitan en el curso del proceso de trabajo docente.

Esta práctica posee un alto grado de indeterminación desde el punto de vista del control racional de las intervenciones y de los efectos, a punto tal que se ha llegado a afirmar que “lo único previsible es la imprevisibilidad”, es aquí donde reside el aspecto más sensible de las reconceptualizaciones de que ha sido objeto el accionar docente en los últimos años: estamos frente a una práctica que reconoce cada vez más su dependencia del contexto singular en que tiene lugar la acción y que procura hacerse cargo de la provisionalidad y generalidad de los saberes que la informan, tanto más cuanto el mundo mismo se ha tomado imprevisible, cambiante y complejo.

f) La implicación personal y el posicionamiento ético que supone la tarea docente.

La tarea docente es una práctica en relación con valores lo que conlleva altos niveles de implicación personal e incide de manera directa en la propuesta pedagógica: “la adopción por el docente de una perspectiva axiológica, ideológica, incide en las formas de vinculación con el conocimiento cuya interiorización se propone y por lo tanto también tiene su expresión en la construcción metodológica”.

Multiplicidad, complejidad, simultaneidad, inmediatez, indeterminación, variedad de contextos, implicación personal y ética; pese a la coincidencia general de identificar estos rasgos como característicos del trabajo docente, no pocas veces el debate pedagógico soslaya la misma complejidad que proclama.

La formación didáctica de los docentes

No es necesario abundar para fundamentar en la importancia de una didáctica en la formación docente. Se trata del saber profesional especifico, aquel que define la función. Si hay algo que caracteriza a los docentes en términos de saber profesional, es el conocimiento acerca de cómo enseñar.

La didáctica “realiza” en el diseño de prácticas específicas, el conjunto de planteos con respecto a la educación. A su manera es una gran integradora, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Por estas características, puede considerárselo un conocimiento eje en la formación de docentes.

Según Diker, G. (1997). Pp 146 “establecida como acuerdo general la centralidad de la formación didáctica en la formación de docentes, resulta necesario especificar de qué tipo de didáctica estamos hablando ¿Cuál es el conocimiento didáctico disponible hoy en día? ¿Qué interés tiene para la formación de maestros y profesores? Estas preguntas conducen a por lo menos tres campos diferentes de producción de conocimientos didácticos”:

ØLa didáctica general, ha producido una fuga hacia las metateorías generando un discurso interpretativo cada vez más alimentado por conceptos del conjunto de las Ciencias Sociales pero cada vez mas alejado de la producción de reglas de acción.
ØLas didácticas especializadas por disciplinas, se han ido afianzando en una situación de reivindicación territorial de sus problemas y de sus conceptos que posiblemente es condición para su construcción como disciplinas pero que dificulta el aprovechamiento de conceptos producidos en una disciplina específica para explorar problemas en otros campos.
ØLas didácticas especializadas por niveles de la enseñanza, luchan con las redefiniciones de su sujeto a que las obligan los procesos de reforma en la conformación estructural del sistema educativo que tiene lugar en diversos países y que modifican la población que asiste a cada nivel; a la vez que deben sostener su referencia con respecto a un campo psicológico notablemente disperso y con tendencia a la especialización por problemas, y no por “momentos evolutivos”.

Cada uno de estos campos tiene sus especialistas y sus tradiciones; sus prioridades investigativas y una instalación en el campo educativo.

Durante años, la llamada Didáctica General ha sido el principal conocimiento didáctico disponible para un docente. Por entonces se proponía que existían unos “principios didácticos generales” que se aplicaban a diferentes tipos de contenidos.

En este estado de cosas, las Didácticas Especiales eran disciplinas que mostraban la aplicación de esos principios a sus contenidos específicos. Aunque reunían algunos desarrollos propios, no se sostenía fuertemente la especificidad del diseño de la enseñanza en función de los contenidos que se pretendía enseñar. En especial se suponía que si al conocimiento experto de la disciplina se agregaba un conocimiento suficiente de Psicología Evolutiva seria posible la aplicación de las estrategias de enseñanza propias de una Didáctica General formalizada a las peculiares características de los niños y los adolescentes en edad escolar.

Este modo de concebir la enseñanza produjo un desarrollo complementario de las llamadas didácticas de nivel, desarrollo favorecido por la clásica tendencia de la formación docente a la especialización por niveles. El principal criterio de definición de didáctica eran los sujetos de la enseñanza de cada nivel: su edad, sus características evolutivas, aun su funcionamiento cognitivo, se tomaron como característicos del nivel y como base para la determinación de procedimientos de enseñanza. Este privilegio de los desarrollos didácticos sesgados sobre todo por criterios evolutivos se vio reforzada por la situación de dependencia respecto de la Psicología en que se colocó la Didáctica en las ultimas décadas, en las que su desarrollo se caracterizó por lo que llaman “disciplinariedad externa”: los temas, los problemas, los métodos de la Didáctica, eran los que le aportaba la Psicología; la del Desarrollo primero, la Educación después.

Según Diker, G. (1997). Pp 152 “la formación esta obligada a dar cuenta de la articulación en la enseñanza de cuatro componentes fundamentales”:

ØLos contenidos de la enseñanza; que, como se sabe, no equivalen a los conocimientos disciplinarios sino que constituyen una construcción didáctica sobre los mismos.
ØLas condiciones de su apropiación desde la perspectiva de quien aprende.
ØLos criterios para construir estrategias de enseñanza en torno a contenidos específicos.
ØLas características de las situaciones específicas en que tendrá lugar la enseñanza, en función de los contextos concretos de actuación.

El perfeccionamiento docente

El problema de la formación docente encuentra un punto crítico en la continuidad de la formación y el desarrollo profesionales. Este aspecto de la formación de maestros y profesores es probablemente el más desatendido en la mayoría de los países. Diversos estudios detallan los problemas que aquejan a los sistemas de “formación postinicial”, “perfeccionamiento en ejercicio”, “formación en curso de empleo”, etc. En general, estos estudios devienen en listas de problemas, categorizados según criterios diversos.

El docente como mediador

Según
http://www.universia.com/ visitada el día 16–09–2007 “uno de los importantes roles que desempeña el docente es el de servir de mediador y no sólo, como se creyó tradicionalmente, transmitir los conocimientos propios de la asignatura que orienta, como profesional cumple con una gran diversidad de tareas a través de los cuales puede aproximar a sus estudiantes a las creaciones culturales de las sociedades mundiales y a las creaciones de su sociedad particular o local”.

No obstante, a pesar de los avances tecnológicos aplicados a la educación, el docente sigue siendo fundamental en la construcción de conocimientos ya que ninguna tecnología podrá sustituir jamás el componente afectivo del acto pedagógico.

Efectivamente, en el acto pedagógico hay una continua interacción entre los estudiantes y de estos con el docente, creando unos valores que difícilmente se darían sin la actividad orientadora del maestro.

Es, precisamente, el docente quien anima a sus estudiantes para que alcancen las metas propuestas, para que descubran y exploten sus capacidades, para que generen hábitos y conductas deseables, para que produzcan en el campo académico y axiológico, para que se conviertan en constructores de su proyecto de vida y para que adquieran, gradualmente, un mayor nivel de responsabilidad y de autonomía.

De otra parte, es bueno anotar que allí no termina la actividad del docente. Por el contrario, podríamos afirmar que esta es secundaria ya que lo primordial es servir de mediador.

El docente, mediante su actividad racional, debe propiciar en sus estudiantes el interés por conocer que él no es un ser aislado, asocial y ahistórico sino que debe saberse como el producto de un continuo proceso de socialización, entendido este como “el juego recíproco entre sujetos y entre ellos y la cultura; siendo allí en este juego recíproco en el que se hace real el dominio o la emancipación del sujeto humano y de los grupos humanos.

Emancipación que no se recibe como un don sino que la logra cada persona mediante su actividad individual con las herramientas que se le han proporcionado.

Según
http://www.universia.com/ visitada el día 16-09-2007 “para que el docente pueda cumplir con su función mediadora debe tener presentes algunas características como son su nivel cultural, el que debe ser constantemente actualizado; el conocimiento amplio de lo que enseña; estar actualizado en las últimas teorías y avances de su asignatura y conocer, además, lo concerniente a otras áreas del saber para que pueda relacionarlos con la suya; propiciar actitudes de respeto, colaboración, integración, tolerancia, cooperación y ayuda mutua; generar que el espacio y tiempo pedagógico se conviertan en un momento de gran interactividad entre sus estudiantes y de estos con él para que, finalmente, logre el propósito fundamental de propiciar en los estudiantes, en un contexto social histórico, el aprendizaje. Si es posible lograr esto podemos afirmar que el docente ha cumplido su función fundamental: servir de mediador”.

Cualidades del mediador

Según
http://www.monografias.com/ elaborado por Eduardo Zurita Gil visitada el día 28-11-2007 menciona que “las principales cualidades que se predican del mediador son”:

Ø Neutralidad: La cualidad más importante de un mediador eficaz es su capacidad de mantener un papel imparcial y neutral en medio de una controversia.
Ø Capacidad: Para abstenerse de proyectar su propio juicio. El rol del mediador es ayudar a que las partes lleguen a un acuerdo cuyos términos sean aceptables para ellas, aun cuando el mediador esté en desacuerdo con la sabiduría o con la justicia de la solución.
Ø Flexibilidad: Debe estimular la fluidez en las comunicaciones.
Ø Inteligencia: Las partes buscan un mediador que les facilite el camino de la resolución, con una mentalidad ágil y eficaz. Debe ser capaz de ver las cuestiones en múltiples niveles, de tratar hechos complejos y de analizar los problemas.
Ø Paciencia: Es importante que el mediador pueda esperar los tiempos necesarios según lo requieran las partes.
Ø Empatía: El mediador debe de ser capaz de valorar las percepciones, miedos e historia que cada parte revele en la discusión. La confianza se instala a partir de esta corriente personal.
Ø Oyente activo: Las partes deben sentir que el mediador ha oído las respectivas presentaciones y dichos.
Ø Imaginativo y hábil en recursos: Es importante que el mediador tenga capacidad de aportar y generar ideas nuevas.
Ø Enérgico y persuasivo: A través de la conducción del proceso, el mediador debe intervenir eficazmente para lograr flexibilidad en las partes, aunque debe dirigir la dinámica y controlar la audiencia sin ser autoritario.
Ø Objetivo: El mediador será más efectivo si permanece desligado del aspecto emocional de la disputa.

Varias de las cualidades del mediador son, en muchos casos, atributos innatos de una persona. Cada mediador posee su propio estilo; no obstante, el adiestramiento y la práctica pueden modificar y perfeccionar la conducta e imagen del mediador.

Al afirmar que el mediador es un facilitador, un vehículo que recupera la comunicación o ayuda a las partes a comunicarse y establecer o restablecer el diálogo con miras a concertar, cabe destacar que el mediador no es juez, abogado, árbitro o cosa parecida; el mediador no decide, recomienda o aconseja; el mediador se limita a conducir el diálogo y orientar el proceso y, utilizando su percepción, las prácticas y entrenamiento adquirido, estimula a las partes a encontrar una solución creativa, mutuamente compartida.



Conclusiones

v La persona humana, que en el ámbito educativo es el estudiante, es el origen y fin de la actividad educadora y cumple con dicho proceso y a través del desarrollo de valores.

v Las definiciones de persona humana son diversas pero todos concluyen en que es un ente concreto y singular y que se le debe estudiar en forma completa, en sus diversos comportamientos.

v Los principios básicamente están resumidos en el sentido de quien se educa (estudiante) donde el docente es solamente un agente secundario y extrínseco cuya función es la de ayudar.

v El docente debe ser una persona consciente de sí misma y de sus actos en donde lo que realice lo haga por voluntad propia y por gusto.

v La formación didáctica del docente consiste básicamente en desarrollar el proceso de enseñanza – aprendizaje (docente - estudiante).

v La formación didáctica de los docentes se puede conducir en tres campos diferentes, tanto en la didáctica general, la didáctica especializada por disciplinas y por niveles de enseñanza.

v Uno de los importantes roles que desempeña el docente es el de servir de mediador y no sólo, como se creyó tradicionalmente, transmitir los conocimientos propios de la asignatura que orienta.

v Para que el docente pueda cumplir con su función mediadora debe tener presentes algunas características como son su nivel cultural, el conocimiento amplio de lo que enseña, además, lo concerniente a otras áreas para que pueda relacionarlos con la suya; propiciar actitudes de respeto, colaboración, integración, generar que el espacio y tiempo pedagógico se conviertan en un momento de gran interactividad entre sus estudiantes y de estos con él para que, finalmente, logre el propósito fundamental de propiciar en los estudiantes, en un contexto social histórico, el aprendizaje. Si es posible lograr esto podemos afirmar que el docente ha cumplido su función fundamental: servir de mediador.



Referencias bibliográficas

v DÍAZ, A. HERNÁNDEZ, G. (1998). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. México: MC GRAW – HILL INTERAMERICANA EDITORES.

v GARCÍA, V. (1993). Introducción general a una pedagogía de la persona. Madrid: RIALP, S.A.

v GARCÍA, V. (1989). El concepto de persona. Madrid: RIALP, S.A. 2º edición.

v MELENDO, T. (2001). Las dimensiones de la persona. Madrid: EDICIONES PALABRA. 2º edición.

v TERIGI, F. DIKER, G. (1997). La formación de maestros y profesores. Argentina: PAIDOS.


Lincografia
http://www.monografias.com/
Visitada: 28 – 11 – 2007
http://www.universia.com/
Visitada: 16 – 09 – 2007
http://www.educaweb.com/
Visitada: 04 – 12 - 2007

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